domingo, 9 de noviembre de 2008

El matiz exacto del lápiz de labios


Quizá
porque tampoco me importaba el destino que me esperaba no me molesté en mirar por la ventana y buscar algo que me resultara familiar, tanto daba un lugar que otro, mi trabajo siempre era el mismo, placer absoluto para un absoluto desconocido cuyos negocios le hubieran llevado a una ciudad que me asfixiaba cada vez que pensaba en ella; dinero y prosperidad para unos, dinero, misericordia y compasión para mí.

Estoy acostumbrada a grasientos personajes de mediana edad cuyas axilas llevan la huella del dinero a costa del cual podré pagar el alquiler este mes, su engominada alopecia ya no me provoca naúseas y el olor a alcohol y tabaco de sus abrigos ya no me hace llorar por las noches. Poca información, nos lleva Tony. Tony es un buen chico, siempre cuida de mí, de nosotras, de todas nosotras, él fue el señuelo para la fiesta de despedida de Victoria, "vamos nena, un último trabajo y mañana nos vamos de Boda", todas celebramos que Victoria lo había conseguido. Reconozco que el tipo era un jeta y a pesar de eso una envidia malsana me sigue reconcomiendo, porque ¿y si hubiera sido yo? Ahora sé que eso puede ocurrir, sólo espero ser yo la próxima.

28 años y toda una vida por delante. Cinco años en esto, doy gracias a Dios por no marcharme de casa con 16 años, como Sofía, 18, como Vanesa, metidas hasta el culo en la heroína por no sentir en su culo tantas otras cosas. Son más de diez años en esto, y joder, necesito salir de aquí, del humo de los bares, del frío de las calles, de toda esta mierda. Yo tuve suerte, nada más llegar una de las camareras había muerto de sobredosis, neumonía me dijeron, por aquel entonces yo no sabía qué significaba ser camarera en el Faro, pero al menos nunca he sabido lo que significa hacer la calle. Los primeros meses me limité a servir las mesas, las propinas eran brutales, los empresarios venían preguntando por las chicas, fiestas privadas, ya sabes, algunos preguntaron por mí y en una sola noche conseguí triplicar mi sueldo de un mes de camarera. Cerdos babosos, no puedo odiarles, siempre pagan bien, algunos te cuentan sus cosas, y al final no sabes quién da más pena a quién.

Hoy han cerrado un trato de los gordos, llueven los billetes durante toda la cena, da igual si te los ponen en el escote o te los meten en las bragas, cada vez que vas al baño puedes meterte los tiros con uno de doscientos diferente, ya casi ni me caben en el bolso, menos mal que Tony siempre nos deja en la puerta de casa, no como ese otro tipo que se emborrachaba tanto que era capaz de dejarte tirada en mitad de la nada por irse con una fulanilla de carretera que las de veinte euros por una mamada; no podía tirarse a ninguna de las chicas del Club, Ernesto se encargaba de eso, Ernesto puede ser muy persuasivo.

A las tres de la mañana algunas de las chicas ya se han subido a las habitaciones, pero desde que llegamos al hotel creo que todas habíamos rezado por lo mismo: Daniel, pídeme que me vaya contigo, no sólo a la 325, pídeme que me vaya al fin del mundo porque creéme que podría hacerlo. Después de tres pelotazos de Chivas de un tal Tadeo, un tipo gordo y encantador, al que Marisol, una puta gorda y encantadora, había echado el ojo desde el principio, nos enteramos que Daniel era el hijo del jefe, 23 años, acababa de llegar a la empresa, ni siquiera él sabía lo que estaba haciendo allí, como para saberlo los demás. Había estudiado Filología Hispánica, le gustaba escribir, consiguió publicar un libro para niños sobre una patata que recorría el mundo montada en una cacerola antes de que su padre lo metiera en la empresa que un día tendría que dirigir. Vivía solo en el ático que su padre acababa de comprarle, aparcaba la Vespa tres calles antes de llegar a la oficina para llegar sonriente montado en su flamante Mercedes, visitaba cada día museos y exposiciones de Arte cuando salía del trabajo, era todo lo que necesitaba para salir de esta ciudad, era mi pasaporte a la felicidad. De cómo ver el cielo a través del cristal más oscuro, capítulo primero

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