sábado, 4 de octubre de 2008

Alguien que tiene miedo y que no lo dirá jamás

Y ahí

estabas tú, el que nunca decepciona, siempre tan perfecto, la palabra perfecta, la chaqueta perfecta, la novia perfecta. Y yo que ni siquiera sé combinar mi lápiz de labios con la sombra de ojos, que siempre sigo la dieta incorrecta, sacando el abrigo del armario cuando aún hace calor, medias en verano, pero todo el mundo odia las medias en verano.

Aún en el andén sé que no es a mí a quién venías a despedir y encontrarme ha sido todo un contratiempo porque ni siquiera me mirarás a los ojos. Es mejor evitarlo, como siempre. Esta vez seré yo quien coja el tren, ahora lo sabes, las tristes casualidades se acaban y nunca volverás a temer perderte en dirección a mi calle.

Yo no tuve la culpa, lo juro, no fue culpa mía, lamento no haber podido ser más explícita, lamento no haber tenido el valor suficiente, no haber pulsado el botón cuando pude hacerlo, ahora aún seguimos vivos, no pediré perdón porque eras tú quién quería escapar, también tú podrías haberlo pulsado. De cómo temblar a la luz de un relámpago, capítulo primero

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