miércoles, 3 de septiembre de 2008

Yo soy tu carcelero en el cielo

Esto es todo,
ha llegado el final. Viernes por la noche, son algo más de las once y ya llego tarde, tirada en el suelo junto a algún paso de peatones de la calle Fuencarral por el que había pasado millones de veces, hasta hoy; un paso precipitado e inoportuno entre dos autobuses, una moto con un conductor despistado, un mal golpe en la cabeza y un reguero de sangre que mancha mi vestido nuevo, mi chaqueta nueva, mis zapatos nuevos, mis nuevos sueños, esperanzas, nuevos proyectos; un reguero de sangre que da paso a mi nueva vida, la que dicen que está más allá de la luz, un fogonazo que tarda en aparecer, supongo que por lo mismo por lo que aún me duele la cabeza del golpe. Al Samur no le dará tiempo a llegar y no quiero esperar a ver cómo tapan mi cuerpo.

Cerca del metro observo a aquellos que aún me esperan, tienen frío, hace mucho viento hoy, el mismo viento que tapó mi cara con los cabellos que decidí dejarme sueltos a última hora; pensé en recogérmelos, pero eso significaba llegar demasiado tarde o renunciar a mi paseo nocturno, pero me gusta mi paseo nocturno. Caminar durante tres cuartos de hora pensando en lo grande que seré algún día, en las personas que conoceré por el camino y en todas las cosas que aún me quedan por hacer. Hoy ya no las conoceré, ya no volveré a dar mi paseo nocturno. "La pequeña Emily sí que llega tarde esta noche, mejor la esperamos en un bar y cuando llegue y vea que no estamos que nos llame". Pobres, no me llamarán y nadie les dirá que en ese momento no puedo atenderles, debatida entre la vida y la muerte no hay muchas cosas coherentes que pueda decirles, algo mejor que "pasadlo bien esta noche, no creo que podamos vernos en el Abuelo".

Ahí está, por fin veo esa luz de la que todos hablan, voy derechita hacia el cielo, o al menos eso parece cuando me agarro del brazo que la guadaña deja libre al inánico personaje de la capa fabulosa, me encantaría poder trabajar así vestida algún día, quizá ahí arriba cuando le den un descanso a la Mismísima quieran que yo ocupe su puesto. No más sueños, no más planes de futuro, no habrá grandes premios para mí, no habrá más grandes momentos para el recuerdo, estoy preparada para el eterno estado estático en el que la conversación con los grandes personajes que siempre soñé conocer será la única actividad para mi pobre y aplastado cerebro. Es probable que la parte que aún intentan retirar de la acera sea la parte pensante de mi azotea, pero no importa, cuando esté frente a Vasari, Baudelaire o Aby Warburg me limitaré a escuchar, sé que puedo aprender muchas cosas.

Un placer conocerle, nada más llegar me recibe San Pedro, todo un honor, no pensé que atendiera en persona a todos los que suben. Tras las enormes puertas doradas es todo como esperaba, blanquísimo, algodonoso, rota la armonía únicamente por casitas bajas en cuyos buzones está el nombre de su inquilino, hay cientos, miles, millones, aunque la primera persona con la que me encuentro me dice que cada uno ve el Cielo como lo había imaginado, para él es una tienda llena de objetos de cristal, aunque conoce un tipo que jura ver los pies de Sarah Jessica Parker enfundados en Manolos allá por donde camina y otro que encontró la felicidad dando de comer con la mano a los animales muertos que ahora adornan los pies de la Parker. Yo también llevaba unos bonitos zapatos antes que todo ocurriera, rojos, con una pequeña hebilla, de punta redonda, el tacón de la altura justa para caminar por Madrid; sentí cómo uno de ellos se partía cuando la moto me arrollaba.Una vez que estoy instalada busco entre las casas contiguas, parece ser que Picasso y Rodin viven cerca, espero ver pronto a Camille Claudel para preguntarle si el hombre que le arruinó la vida se dignó a pedirle disculpas después de todo lo que le hizo pasar.

Dos horas más tarde sé a quién quiero conocer e iré a pedirle audiencia, supongo que no campará a sus anchas por si algún fanático decide tirarse a sus pies, pero parece ser que no es posible, estar sentado a la derecha del Padre es un trabajo a tiempo completo y Cristo no puede abandonar sus obligaciones por cada persona a la que se le pasa por la cabeza que ahora es el momento de preguntarle quién escribió el Antiguo Testamento. Ni Cristo, ni Buda, ni Lao Tse, ni siquiera uno de los Arcángeles, alguno de los apócrifos, Uriel con su espada flamígera, nada, buscaré a alguno de mis vecinos a ver si quiere invitarme a café. Me acerco a Edward Steichen con intención de darle la enhorabuena por la última retrospectiva que se ha hecho a su carrera en el Reina Sofía, pero parece ser que no le interesas si no eres una gran estrella de Hollywood. Qué más da, quién los necesita...ahí están todos juntos en la gran mansión de Greta Garbo, actores de todas las épocas recuerdan los años en los que trabajaron juntos o comentan el enorme placer que sintieron al ver las películas de los jóvenes que despuntaron tras ellos, Heath Ledger, Ava Gardner, Marilyn, Humphrey Bogart, incluso Brad Renfro comenta que le hubiera gustado nacer algunos años antes, pero creo que sólo habla con ellos porque en este momento no tiene nada mejor que hacer.

Con los modernistas no tengo mucha más suerte, el Art Nouveau trastornó sus egos hasta hacerlos insoportables y ahora no hablan con nadie que no demuestre haber tenido un gran talento artísitico; Mucha le pregunta a Aubrey Beardsley porqué no usó algún color un poco más vivo para darle emoción al asunto hasta que Wilde sale en su defensa. Son grandes tipos los modernistas, una pena que no me dejen entrar en su círculo. Platón, Aristóteles, Kant, Baumgarten, Hegel, Schopenhauer, un rato escuchándoles y ya me he dado cuenta que son demasiado para mí, no creo que me aceptaran en su círculo, pero aunque lo hicieran no estoy segura que querer encajar...Los prerrafaelitas vuelven a estar juntos, en la Barcelona de aquí han reabierto els Quatre Gats, asiduos al Moulin Rouge ven a las muchachas contonearse mientras Toulouse Lautrec da buena cuenta de ello y yo prefiero alejarme un poco a contemplar la puesta de sol desde arriba. No encajaba antes ni tampoco lo haré ahora.

"Perdone, ¿le importa que me siente? Es que es el mejor sitio para contemplar la caída de la tarde en este hemisferio". "Por supuesto que no, es usted la primera persona que se sienta aquí desde hace mucho mucho tiempo". "La gente ahí detrás está ocupada, recuperando el tiempo perdido, supongo". "El tiempo perdido no se recupera". "Es justo lo que estaba pensando mientras lo decía. Su cara me suena, creo que he visto demasiadas veces el retrato que le hizo su hermano, nunca me canso de verlo". "Sí, Valeriano es el mejor, ¿verdad?. Podemos decirle un día que le pinte a usted uno". "Si tiene tiempo...". "Claro, si se lo pido yo, lo tendrá". "Eso sería estupendo, pero no se pierda la puesta de sol por mi culpa". "Cierto, callémonos o nos la perderemos los dos, podemos seguir charlando luego". "Eso sería nuevamente estupendo". De cómo ser, más allá de no ser nada, capítulo primero.

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