
Hoy sé
que él nunca cantará sólo para mí, aunque ya lo sabía; hoy sé que jamás seré feliz, aunque ya lo sabía; hoy sé que las cosas nunca son lo que parecen, que llorar no es siempre la mejor opción, que aunque pudiera ser feliz quizá tampoco querría serlo, que busco cosas que jamás existirán, que el dolor de los demás puede convertirse en el propio, que no hay consuelo para un corazón atormentado, que no estoy donde quiero estar y que no sé dónde quiero estar, que este no es mi sitio y que quizá tampoco lo sea ningún otro, que todo lo que pensé que una vez sería jamás llegará, que vivir de sueños siempre es demasiado frustrante, que mirar al cielo quizá no sea una perdida de tiempo, que jamás supe aparentar aunque de eso dependiera el momento, que he perdido oportunidades que quizá ni siquiera haya tenido, que hace dos días tenía esperanza, que fue una esperanza estúpida, que a veces reír se hace difícil, que envidio a los que persiguen su sueño, que sé que yo jamás alcanzaré el mío, que tengo tanto que dar que a veces se me escapa, que pierdo tanto tiempo que a veces se me escapa, que me siento atrapada, que quiero escapar al igual que mi tiempo, que vivo de ilusiones, que vivo de sueños, de fantasías y de imposibles, que me paso el día sentada cuando yo lo que quiero es volar, que quizá ya me hayan cortado las alas, que he perdido las ganas. De cómo sentir el viento por debajo de la falda, capítulo primero
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