Por la noche
cuando todo debería estar en silencio, las cosas no pueden verse con más claridad; por la rendija por la que todo lo que debería ser y no es, aparece frente a nosotros aquello que queremos ser y nunca conseguiremos.
Algunos verán las montañas cuya cima nunca alcanzarán, los lugares que jamás visitarán, los labios que no podrán besar, todo el dinero que un trabajo que no tendrán no podrá darles, personas que no conocerán, emociones que no sentirán, momentos que jamás llegarán.
Y volar es tan difícil, porque si con sólo chasquear un dedo uno pudiera serlo todo y no ser nada a la vez; estar aquí y allá, ser felices, ser desdichados, perder, ganar y volver a perder.
Una vez me dije a mí mismo que iba a reinventar mi historia tantas veces como fuera necesario hasta que el mundo me pareciera menos ingrato y sin embargo sigo sentado en la misma silla, mirando la misma pantalla, riendo a veces, llorando casi siempre y volviendo a reír, contemplando los sueños de otros sin tocar siquiera el extremo de la realidad con la única intención de sobrepasarla. De cómo reír, llorar casi siempre y volver a reír, capítulo primero
No hay comentarios:
Publicar un comentario