Anteayer
me propuse entrar aquí de vez en cuando a poder ser todos los días, pero cada día es más difícil; la cabeza me da vueltas y no dejo de pensar y pensar cosas que no llevan a ninguna parte. Intenté inventar mi historia, pero realmente tampoco es tan sencillo. Nací, crecí y cómo y cuándo llegué aquí, pero no he sido capaz.
Supongo que empezar por el principio no siempre resulta tan sencillo y empezar por el final...bueno, eso sería acabar, así que por qué no acabar por el principio, algo tan absurdo como el mero hecho de pensarlo.
Siento tantas cosas dentro que al final decido no sentir nada, esperar, observar y disfrutar del paseo desde la Puerta de Alcalá o desde mucho antes, viendo cómo el Parque del Retiro tiene una luz diferente cuando lo ves desde la acera de enfrente, sentada en una habitación de paredes blancas en la que el tiempo se detiene para darte la oportunidad de mirarte a tí mismo. Estás donde no quieres estar pero unas horas no son suficientes para cambiar toda una vida.
Admitámoslo, al fin y al cabo, no puede ser tan malo. De cómo sonreír a una maldita pared blanca, capítulo primero.
me propuse entrar aquí de vez en cuando a poder ser todos los días, pero cada día es más difícil; la cabeza me da vueltas y no dejo de pensar y pensar cosas que no llevan a ninguna parte. Intenté inventar mi historia, pero realmente tampoco es tan sencillo. Nací, crecí y cómo y cuándo llegué aquí, pero no he sido capaz.
Supongo que empezar por el principio no siempre resulta tan sencillo y empezar por el final...bueno, eso sería acabar, así que por qué no acabar por el principio, algo tan absurdo como el mero hecho de pensarlo.
Siento tantas cosas dentro que al final decido no sentir nada, esperar, observar y disfrutar del paseo desde la Puerta de Alcalá o desde mucho antes, viendo cómo el Parque del Retiro tiene una luz diferente cuando lo ves desde la acera de enfrente, sentada en una habitación de paredes blancas en la que el tiempo se detiene para darte la oportunidad de mirarte a tí mismo. Estás donde no quieres estar pero unas horas no son suficientes para cambiar toda una vida.
Admitámoslo, al fin y al cabo, no puede ser tan malo. De cómo sonreír a una maldita pared blanca, capítulo primero.
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