jueves, 2 de diciembre de 2010

Poesías de bocas cerradas

Lorena Mencías Solís, 28-04-2005

Poesías de bocas cerradas

Juan Muñoz. La voz sola

La Casa Encendida. Madrid. Comisario: James Lingwood y Bertomeu Marí

¿Cómo hacer que los muñecos de ventrílocuo ya no nos hagan reír, que los tambores no suenen y que cuando abrimos la boca no seamos capaces de pronunciar palabra? Juan Muñoz lo ha intentado y ahora sabemos que nosotros también podemos quedarnos sin habla. Sólo había que indagar un poco para darse cuenta de que hay algo más a parte de lo que no se oye, porque en la Casa Encendida también está lo que no se ve.
Las salas se llenan de esculturas, fotografías, dibujos y conversaciones radiofónicas en las que el denominador común es el sonido, incluso el que hay que imaginar o el que se pierde antes de ser escuchado; si la agonía del hombre moderno es que nadie atiende cuando habla, las obras de la Voz Sola ni siquiera se molestan en hacerlo. En este preciso momento, ahora que todos prestaban atención. La forma absurda en la que parece que todo cobra sentido, se observa desde la primera escultura, porque el ruido que se les ha perdido a los tambores de Seated Figures With Five Drums, lo ha encontrado el tamborilero que se ha quedado encerrado en un aparato de radio mientras aparecía y desaparecía en una Rotating Box.
   Valiéndose de elementos a los que ha despojado de toda función (de su función tradicional, al menos), el artista ha creado ambientes en los que el juego de presencias y ausencias ha sido fundamental, como en la exposición Monólogos y Diálogos, que presentó el MNCARS en 1996, con  los balcones tras los cuales sólo está el muro o los pasamanos que se unen a una pared, a los que es inútil agarrarse, obras en las que la presencia humana era fundamental, aunque todavía estaba en un lugar que no podíamos ver, no sabemos si en la mente del artista o en la nuestra propia. El espectador ha sido invitado para ver las obras, pero no es capaz de mezclarse con ellas, porque no están hechas para eso; tanto si aparece la figura humana como si no, estas esculturas plantean un alejamiento indefinido, uno no puede llegar a confundirse del todo con ellas, porque su creador no quiere, y no importa si no hay ninguna barrera que nos separe de Conversation Piece, porque nunca seremos capaces de escuchar lo que se están diciendo, aunque estemos pisando el mismo suelo que ellos pisan. Muñequitos a tamaño real con los que no se puede jugar, que realizan acciones invisibles y atraen por la inquietud frente a la escucha y la espera, todo un ejercicio de paciencia.

Tras el Silencio
Las obras de la Voz Sola, crean un universo de reflexiones, para el que, se dice, el artista ha bebido de las influencias de Bruce Nauman y de las del teatro de Samuel Beckett, aunque esta reunión de resina de poliéster, no es sino el aderezo de las piezas radiofónicas entorno a las cuales gira la exposición, que, desgraciadamente, terminan por pasar desapercibidas. En la línea de Orson Welles para la Guerra de los Mundos, por la apariencia de  verosimilitud de lo que se cuenta, y tomando como referencia algo de las performances musicales fluxus, Juan Muñoz ha abierto por fin un camino al sonido, que, por una falta de osadía de los curadores, se ha visto eclipsado por las esculturas. La ausencia de voz es suplida por la ausencia de figuras, que ahora tenemos que imaginarnos, ya sea dirigiéndose a solares abandonados en los que antes había teatros, o en trucos de cartas a los que cuesta prestar atención. Un paseo por un mundo imposible de aprehender con los ojos o los oídos, que podría terminar o desaparecer sin que nos diéramos cuenta, pero que mientras dura, se agradece.

Publicado en la revista digital Sublime el 28 de abril de 2005

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