Pasé por delante
de aquel banco cada día durante algo más de un año, y aquel anciano de pelo blanquísimo jamás faltó a la cita con cualquiera que, movido por la nostalgia, necesitara sentir que había alguien a su lado. Había quien decía que antes de pasar por aquí recorrió todas las capitales del mundo cargando sobre su espalda los dolores de toda una vida, la suya, y las de aquellos para quienes la felicidad nunca fue tan fácil como habían esperado.
La primera vez que hablé con él, también sería la última; intentaba desprenderse de la carga que había aceptado llevar, para emprender un último viaje, y me confesó que la muerte no resulta algo tan terrible cuando uno simplemente quiere descansar. Puede que tuviera más de cien años, pero todas las historias que le habían desgarrado el alma, le hicieron darse cuenta que cada paso se hacía más difícil cuando al final estás ya cansado de este mundo tan antiguo, y que la muerte trata igual a todos. De la suya nadie se percató, se marchó en silencio, tal y como había deseado hacer siempre. De cómo abrir los ojos al mundo para ver toda su oscuridad, capítulo primero.
de aquel banco cada día durante algo más de un año, y aquel anciano de pelo blanquísimo jamás faltó a la cita con cualquiera que, movido por la nostalgia, necesitara sentir que había alguien a su lado. Había quien decía que antes de pasar por aquí recorrió todas las capitales del mundo cargando sobre su espalda los dolores de toda una vida, la suya, y las de aquellos para quienes la felicidad nunca fue tan fácil como habían esperado.
La primera vez que hablé con él, también sería la última; intentaba desprenderse de la carga que había aceptado llevar, para emprender un último viaje, y me confesó que la muerte no resulta algo tan terrible cuando uno simplemente quiere descansar. Puede que tuviera más de cien años, pero todas las historias que le habían desgarrado el alma, le hicieron darse cuenta que cada paso se hacía más difícil cuando al final estás ya cansado de este mundo tan antiguo, y que la muerte trata igual a todos. De la suya nadie se percató, se marchó en silencio, tal y como había deseado hacer siempre. De cómo abrir los ojos al mundo para ver toda su oscuridad, capítulo primero.
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